Cuando algo muere, algo nace... asi funciona este ciclo inevitable: El colectivo es eterno; el individuo, mortal.

sábado, 23 de julio de 2016

Libertad Vacía


"Y así, tras recoger el signo del Ouróboros, el caballero se dispuso a cruzar la salida del laberinto"


- Para él era evidente que la siguiente etapa de su viaje debería recorrerla sólo. "Fueron buenos tiempos" - se dijo a sí mismo. Pero en aquel pensamiento iba implícita una sangrante melancolía, como un pájaro atrapado durante años en una jaula extrañamente confortable que un día se escapa y descubre que no sabe nada del mundo exterior. Aquella libertad que anheló durante tanto tiempo no significaba nada para él. Aquella ilusión había sido idealizada hasta tan punto que olvidó la soledad.

 El caballero caminó con paso vacilante hacia la salida del laberinto. Lo que durante muchos años fue un enigma tortuoso y a veces insoportable se le antojaba ahora confortable. Al menos sabía cual era su finalidad, conocía su objetivo y las condiciones en las que debía recorrerlo. Ahora, despojado de toda finalidad y de cualquier carga externa, la libertad se le antojaba pesada como un día nublado.

 Al atravesar el portal, cuyo marco exterior estaba tapizado de dolorosos rosales con afiladas púas, empezó a vislumbrar lo que le cabía esperar de su siguiente recorrido, y una sóla palabra inundó su mente mientras las ramas azotaban su cara causádole rasguños y heridas: "Dolor"

 La primera semana de viaje tuvo que caminar horas atravesando un denso bosque de oscura melancolía. Pequeños claros de luz se abrían sobre el camino y a través de ellos el caballero podía observar el cielo despejado, la luz del día fuera de aquella densa maleza. Fue una travesía difícil y cargada de obstáculos que debían ser superados. La puerta del laberinto quedó sellada tras sus pasos, y aunque había sido un largo viaje, sólo podía recordar las afiladas púas que le azotaron durante el final. Ya no recordaba con tanta nitidez las numerosas habitaciones confortables del laberinto: La fuente de aguas claras, el árbol marcado, el mar y la arena... no, sólo podía acordarse de las horribles estancias que también visitó. Sólo quería acordarse de esas. Porque esas no eran tan dolorosas, rememorar aquella discusión con la pared aplastante o su lucha por escapar de los tentáculos absorbentes de la criatura que moraba en la oscuridad fueron sucesos traumáticos, pero al haberlos superado ahora, fuera del laberinto, se convertían en épicas hazañas mientras que los lugares confortables sólo constituían un amargo recuerdo de lo que había dejado atrás.

 El caballero sacudió la cabeza: "No debo pensar en eso ahora" - se dijo a sí mismo - "Debo seguir avanzando con las pocas fuerzas que me vayan surgiendo. No sirve de nada permanecer aquí sentado, lamentándo todo lo ocurrido mientras este espinoso bosque de nostalgia me clava sus agujas".

 Pero avanzar por aquella espesura suponía un esfuerzo mucho mayor y en numerosas ocasiones tuvo que detenerse. Aquella semana fue como una lenta tortura, cada insulto, cada palabra horrible, cada desprecio se habían convertido en las espinosas ramas de aquellos retorcidos árboles del recuerdo, que azotaban su espalda a intervalos irregulares mientras caminaba. "Todo esto es tan difícil" - se decía a sí mismo. Ciertamente lo estaban golpeando duramente y en más de una ocasión se derrumbó completamente. Si tan sólo la Dama Carmesí pudiese ver el estado en el que se encontraba en ese momento su campeón, sumido en el más profundo bosque de la desesperación y la melancolía... pero no podía verlo. Había quedado atrás en el laberinto, tomando otra salida a otro punto de su propio laberinto de dolor y sufrimiento. Ya no caminaban juntos, aquella era la única certeza.

 "¿Cuándo llegará el final?" - se decía el caballero. Realmente cualquier final le habría sido válido en aquel momento, tanto encontrar la salida al bosque como a su propia vida. Pero el bosque era muy denso y, aunque perdido ahora, el caballero deseaba seguir adelante. Nada atravesaba la espesura de los árboles que se aglomeraban en apretadas filas a su alrededor. Sólo la sombra que estos proyectaban sobre el camino. Las sombras del recuerdo y la melancolía.

 "Es lo mejor, es lo mejor. La decisión era obvia pero... ¿por qué duele tanto?" - se preguntaba el caballero en su lenta agonía. Se dice que lo que no te mata te hace más fuerte, pero de lo que nunca nadie habla es del proceso de fortalecimiento que esto conlleva, que es largo y está inundado de sufrimiento y desesperación. Y en ese momento, es el proceso lo único que el caballero podía vislumbrar. Su futuro estaba velado por los árboles del recuerdo.

 Pero era incluso peor. Le hubiese gustado tener algo a lo que agarrarse, pero quienes podían haberlo acompañado en su calvario estaban ocupados con sus propios problemas. El caballero estaba más sólo que nunca. "Demasiada libertad" - se decía a menudo - "¿De qué sirve la libertad si no tiene ningún propósito que la llene completamente?". Era perfectamente consciente de lo que había perdido y sin embargo se encontraba en un equilibrio amor-odio que le impedía recuperar lo perdido. En más de una ocasión pudo dar media vuelta y volver con la Dama Carmesí, pero no lo hizo. Tenía las mismas razones para volver que para seguir adelante. Y mientras pensaba en estas razones, sus piés avanzaban en una cadencia inapreciable, alejándolo cada vez más de un posible regreso.

 Así fue como la marcha ineludible del caballero lo alejó del regreso durante la primera semana, adentrándolo en un bosque de incertidumbre. Era libre para seguir el camino que quisiera, pero ser libre nunca había sido tan difícil. Nunca tuvo que pagar un precio tan alto por su libertad.


 Y en uno de los pocos claros donde se filtraba la luz y los árboles no podían alcanzarle con sus afiladas ramas, en la aparente calma de aquel lugar, el caballero escribió un juramento:


 "En honor a esta penosa marcha, al dolor de este primer romance marchito, juro solemnemente que jamás volveré a caminar de la mano de nadie que no lo merezca desde el primer momento. No volveré a engañarme con expectativas vanas: Caminaré con mi alma gemela o lo haré sólo..."

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