La eterna rueda del destino sigue girando
He jugado mis cartas. No sé si he ganado o con el tiempo habré perdido, pero no soy partidario de malgastar una escalera de color. Yo deseaba ver a la Dama Carmesí, era necesario porque sólo cuando me mirase a la cara averiguaría su verdadero deseo interior. No es fácil, no ha sido fácil, y sinceramente no sé si esto es realmente lo que yo deseaba, pero tengo un corazón noble y piadoso.
Quizá esté mal que lo diga yo mismo, a fin de cuentas no es sensato lanzarse odas a uno mismo. Pero no considero que tenga un corazón malvado, si bien en ocasiones he descubierto que mi lado oscuro existe y está caracterizado por una crueldad fría y despiadada. Cuando una decisión se toma en contra de mi voluntad, me viene impuesta, exijo que se me diga a la cara. Yo no acepto juegos, no acepto bromas jocosas con mi paz interior. No acepto las decisiones autodestructivas. Las cosas se hablan.
Espero no volver a encontrarme en la necesidad de recitar versos duros, aunque evidentemente esto no es más que otro ciclo aunque nada cambie aparentemente. Nada cambia pero cambia todo. No hay cheques en blanco en la vida, todo tiene consecuencias. La sociedad occidental está caracterizada por una aceptación selectiva de la libertad: Nos gusta ser libres pero odiamos hacernos cargo de las decisiones que tomamos. En esto, algunas personas tenemos la valentía de aceptar el castigo que se nos impone por nuestras decisiones erróneas y exigimos lo mismo de los demás. Se nos tacha muchas veces de incompasivos pero... ¿Qué puede ser más compasivo que mostrar a los débiles el camino a la autosuperación? No se trata de apiadarse hoy de ellos y llevar su carga, como tanto nos ha machacado la sociedad democristiana con esta idea. No hay que "cargar la cruz" de nadie, hay que animar a los demás porque ellos también pueden hacerlo sólos.
En efecto, yo he luchado por lo que deseaba. He luchado por saber, por llegar a ser mejor. Estoy luchando contra mis propios demonios en este momento. No es fácil cambiarse a uno mismo, y si bien la personalidad de cada uno no puede cambiarse porque no sería lícito, las costumbres pueden reorientarse. Pero exijo lo mismo de los demás, no soy el único que debe dar pasos hacia adelante.
Este tipo de historias son cosa de dos personas, cada uno es protagonista y actor secundario al mismo tiempo. Nadie es imprescindible, pero sin uno de los dos la historia toca a su fin. Esto funciona así.
De momento, este simulacro de soltería ha empezado a darme las primeras lecciones sobre mí mismo. No debo subyugar mi bienestar al de otras personas, ni debo perder más tiempo del necesario en cosas que no me reportan nada. Me he planteado dejar de hablar de política por Facebook, no porque considere mi opinión errónea o poco aceptada, sino porque estoy descubriendo que no me importa. Es una decisión que tomamos cada 4 años y no tiene sentido darle vueltas durante el transcurso.
Por lo demás, no puedo decir que esté descontento. Pensé que la historia había acabado, pero no ha sido así. Al menos no de momento. Dejaré que el tiempo me juzgue por mis acciones y omisiones.
"Contra todo pronóstico, decidimos añadir un capítulo más a esta historia. Sólo el tiempo dirá si será el epílogo de esta novela o el prólogo a una nueva edición. Que el tiempo me juzgue por mis acciones y omisiones, que el tiempo decida el sentido de estos versos..."
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