martes, 12 de abril de 2011
Feudal Gélido
"Marchita, fría, en el horizonte espía, aquella fortaleza de insólita rareza"
- Decían las gentes de alguna aldea imaginaria. Sobre un lugar blanco como si algún mal susto lo hubiese empalidecido repentinamente, yace un lugar elevado sobre el pico de un acantilado que parece salido de una insólita tormenta entre frío y carámbano nocturno. Oscura, sólo la luz de la aurora boreal la ilumina a veces para mostrar sus grotescas formas. ¿Quién vive allí? No, mejor aún, ¿Quién podría vivir en un lugar asi?
A veces, durante el amanecer, la nieve suave y engañosamente cálida que circundaba el lugar se teñía de rojo fucsia, un color precioso, entre turquesa y magenta, si es que de verdad se pueden apreciar colores en un lugar tan frío que hiela las lágrimas.
Nadie puede acceder a este sagrado templo, castillo o fortaleza... bien pensado, podría ser cualquier cosa, podría estar en cualquier sitio, ya que esto no es más que una metáfora de mi mente, de mis sentimientos, de todo lo que he vivido. Sangre, tragedias, desengaños amorosos, dar todo tu ser a una persona para descubrir que sólo te estuvo utilizando hasta que se aburrió de ti y decidió reciclarte, o incluso ver cómo una persona que te quería de verdad te deja porque no puede aguantar ciertas cosas que le cuentas... ¿Porque no me dijo que todo aquello la molestaba? Podía haberlo hecho, y habría contenido mis ansias por compartirlo todo con ella... en cierto modo entiendo que ahora la vida me devuelva parte del daño causado, sólo espero no hacer más daño, me muerdo la lengua por no hacer daño a nadie más, sólo quiero dar todo mi ser a quien sepa apreciarlo...
El castillo es azotado por una poderosa tormenta, en realidad la tormenta nunca cesó allí, siempre hay algo nuevo que atormenta mi mente, casi puedo decir que las preocupaciones son las que me mantienen vivo... sus negros muros ascienden perpendiculares al suelo, un suelo de hielo resbaladizo y resquebrajado, al borde de una falla oscura como la noche, pozos sin fondo donde se pierden los recuerdos... el olvido.
Allí, dentro de los muros tiznados de negro azabache, si que vive alguien. Allí es donde vivo yo. Esta es mi fortaleza, aquella que me protege de los demás. No ha nacido persona capaz de asediarla, sólo algunas atravesaron sus puertas y porque yo se lo permití...
A veces me muestro alocado, hago cosas estúpidas... es más, mientras las hago yo mismo me pregunto si soy imbécil. Son los muros de mi muralla, aquellos que esconden de almas bandidas y malintencionadas a mi propia alma, un tierno flautista que compone sus propias canciones con poesía de hadas y arpas de sirena. Melodías balsámicas o crueles...
Muchos creen que soy inmaduro, confunden inmadurez con mecanismo de defensa. Hay secretos en este castillo que nadie conoce, muchos, son secretos oscuros como el agujero más negro de la galaxia más remota, almacenados en las páginas de algún libro de mi mente, tal vez en mi subconsciente, ¿Acaso nadie se da cuenta cuando me enfado? ¿Nadie se ha fijado en cómo se tuerce la expresión de mi rostro? En como mis ojos expulsan las llamas del mismisimo infierno hacia cualquiera que ose, y digo bien, a cualquiera que se atreva a disgustarme en grado extremo... no intentes hacer la prueba, no sobrevivirás.
El poeta que se esconde dentro del castillo gime en silencio, llora desconsolado, a veces escribe versos tristes, otros prosa siniestra como esta, casi no puede confiar en nadie, no puede permitir que nadie entre en el angosto castillo porque nadie parece haber demostrado hasta el punto adecuado cuánto se puede confiar en el... El poeta está sólo.
El flautista sabe bien que está solo. El poeta sabe que en su castillo tiene de todo, estanterías enteras de experiencias buenas y malas se apilan para ser recordadas una y otra vez, en tanto que otras nuevas se llenan de más recuerdos. Pero el castillo es grande, gigantesco, y el versador sabe que lo que más le agradaría en este mundo es poder mostrárselo a mas gente en toda su extensión, sin provocar rechazo...
¿Quien sabe si asesiné? Las cuchillas son afiladas y el odio es profundo a veces, de cualquier modo todo quedó archivado en el castillo oscuro. Traumas, soledades, desesperación, frustración, odio aferrado al más profundo de los eslabones de este corazón, desengaños... la vida me ha demostrado que su sentido es el dolor.
Un pico de color púrpura, cazar alimañas sobre el vasto terreno, alimañas malvadas o quizá bondadosas, que importa, ahora sólo son cadáveres a merced de mis garras...
El poeta puede asumir la forma que desee en esta fría tundra de ensueño... o de pesadillas espinosas y retorcidas, según como se vea. Esa tarde el poeta decide tomar su forma de Águila, la forma rapaz que le permite devolver parte de su odio contra todo lo que la atormenta, cayendo en picado sobre sus demonios. O tal vez oso, para de un sólo rugido hacer que hasta el último estertor de este rudo animal sea difícil de derrotar. Y cómo no, Lobo, cuando necesite agilidad para golpear primero, o devolver con garras y colmillos el daño causado... cualquier bestia me sirve si sabe cazar con sangre.
La venganza, es un jugoso manjar sólo apto para el depredador más descorazonado de este paraje psicotrópico. Masticar entre mis dientes lupinos, o triturar con mi rapaz pico, o destrozar con mis garras de acero a aquel que me hizo daño.
Despacio, sentir cómo hasta su último hueso se astilla entre gritos agonizantes, disfrutar de su destrucción, tus miedos no merecen otro final, te lo aseguro...
Porque la vida es violencia al fin y al cabo, naces entre los dolores de tu madre, el médico te azota para que respires, expulsando líquido amniótico entre dolores de asfixia, si eres niña tus orejas son perforadas sin piedad, creces, eres apartado de tu madre para ir a la guardería a los pocos años, donde te encuentras desesperado y sólo durante varias horas, luego irás al colegio, si no estudias tus padres te harán sufrir en casa, si estudias tus compañeros harán un infierno de tus horas lectivas llamándote empollón y haciendo bromas de ti, más tarde tus huesos y tejidos se estiran, entre dolores de espalda, si eres niña más tarde tu menstruación llega tiñéndo de sangre tus dulces ropas y muñecas, si eres niño muere tu inocencia, tus hormonas te harán hacer temeridades para impresionar a las chicas, tu vida girará en torno al sexo, sólo buscaras meter tu órgano en otro órgano en busca de un placer, que en realidad es dolor modificado por las hormonas para causarte adicción, luego vendrán los desengaños amorosos, cuando crezcas y seas responsable te oprimirá tu trabajo, sufrirás por tus hijos, por su futuro, por todo lo que te rodea... y cuando por fin dejes tu trabajo para jubilarte y tus hijos repitan el ciclo por su cuenta, vendrá la vejez, donde sólo habrá dolor, cada vez peor. Definitivamente expirarás tu último aliento, la muerte mirada de este modo si que parece un alivio, un éxtasis autodestructivo en el que mandas todo al quinto monte y simplemente abandonas el dolor... dolor... dolor... ¡dolor!
Cuanto antes asumas que todo es dolor, sin resignarte, sino aceptándo que esto es asi, y comprendiendo que la vida es sólo un largo periodo de sufrimiento continuo salpicado de pequeños brotes de felicidad, antes podrás dar el siguiente paso:
Traza una línea recta entre tú y tus objetivos. Ese es para mi el camino más corto.
¿Loco? Claro que no estoy loco, sólo la sombra de la lógica que emplea mi cordura para elaborar estos razonamientos te dejaría ciego y desorientado para el resto de tu vida...
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Bravo Balystic!
ResponderEliminarMuchas Gracias F.H.B.
EliminarOjalá pudiese seguir leyendo tu blog, pero por alguna razón de un tiempo a esta parte me resulta imposible acceder a tus entradas. Espero que puedas arreglarlo.
Un saludo, amigo.